Dos amigos unidos en la vida y en la muerte nos retrata la ciudad de Quito, durante una época en la que la política aún no dividía a las sociedades, dos hombres destacaron por su profunda amistad y su notable similitud.
Don Nicolás Prieto y don Manuel Rubianes nacieron casi al mismo tiempo y desde su infancia demostraron una afinidad poderosa.
Juntos, recorrieron su camino educativo, compartiendo la escuela y dedicándose a la gramática, la filosofía y finalmente, a la carrera de Derecho.
Su amistad se fortaleció con el tiempo y se convirtieron en reconocidos abogados, destacando por su talento, integridad y amor a la justicia. Pero una inesperada tragedia los separaría para siempre.
Leyenda Dos amigos unidos en la vida y en la muerte
Don Nicolás Prieto y don Manuel Rubianes, por una coincidencia notable, nacieron el mismo año con pocos días de diferencia. Siendo niños entraron juntos en la escuela a aprender las primeras letras y desde entonces, atraídos por una poderosa simpatía y dotados de igual capacidad, de inclinaciones idénticas, de carácter semejante, procedían en todo de acuerdo y perfecta armonía. No se diferenciaban en sus buenas costumbres ni en su aplicación y aprovechamiento.
Salieron de la escuela y pasaron a estudiar gramática y filosofía sin que se relajasen los vínculos de la amistad; al contrario, se robustecían y consolidaban más y más con el transcurso del tiempo..
Terminados los cursos de instrucción secundaria entraron a estudiar Jurisprudencia, recibieron al mismo tiempo el grado de Doctor en esta facultad y por último la investidura de abogado con igual aplauso.
Ambos merecieron en esta noble carrera el aprecio público, porque ambos manifestaban talento, instrucción, honradez, probidad, amor a la justicia e independencia.
Rara fue la coincidencia de haber sido elevados a la magistratura a un mismo tiempo: pues el Rey nombró Oidor de la Audiencia de Quito al Doctor Prieto y Fiscal de la misma corte al Doctor Rubianes. En el desempeño de este arduo destino procedieron en tal conformidad de pareceres que jamás discreparon en nada como si tuviesen un solo modo de ver las cosas y juzgarlas. Así, sus compañeros decían. «Parece que una sola alma tienen estos dos cuerpos».
En unos apuntes históricos de esos tiempos se asegura que era tan grande la unión de los Doctores Prieto y Rubianes que jamás se los vio separados.
Una tarde salieron a pasear por la calle denominada La Loma y habiendo visto capulíes de excelente calidad, compraron esta fruta, especie de cereza, y se la comieron allí mismo, porque en aquellos tiempos, no solamente los niños, sino también las personas de edad y de distinción, comían en la calle como si estuvieran en sus casas, y los moradores de la ciudad se trataban como individuos de una gran familia.
La política era una palabra desconocida, y no se habían introducido, por lo mismo, los primeros elementos de división y discordia que hoy agitan las sociedades. Les sobrevino, pues, una grave indisposición del estómago, no porque la fruta fuese nociva o malsana, sino por alguna otra circunstancia: ambos amigos cayeron enfermos y se separaron para no volver a unirse sino en la tumba.
Según parecía, y lo aseguraban los médicos, la enfermedad no era incurable ni temible en sus consecuencias; más la pena que recíprocamente sufría cada uno de los dos amigos por la separación y las dolencias del otro, la agravaron rápidamente: por manera que los medicamentos que se les suministraba eran inútiles; no produjeron efecto saludable. Uno de los facultativos dijo: «El mal no es de muerte por su naturaleza; pero está complicado con un profundo sufrimiento moral que puede causar un funesto resultado. Así conviene que uno de ellos sea trasladado a la casa del otro; y esto solo bastará, tal vez para que se opere una reacción saludable». Los otros médicos que asistían a ambos enfermos, fueron de parecer contrario; porque si solo la idea del sufrimiento de un amigo agrava el malestar del otro, decían que el espectáculo de estos mismos sufrimientos haría imposible la curación.
Quedaron, pues, los enfermos en sus respectivas casas. El médico, que creía complicada la enfermedad con una intensa y profunda afección moral, trató de combatirla con remedios que, según decía, debían atenuar los sentimientos del corazón, y se los suministró al doctor Prieto. Por desgracia, el resultado no correspondió a las esperanzas del facultativo; al contrario, cambió completamente el carácter de la enfermedad, se hizo mortal.
Murió, pues, el Doctor Prieto el 16 de noviembre de 1796 por la noche, y este funesto acontecimiento llegó a la noticia del doctor Rubianes el 17 del mismo mes por la mañana. Al oírla exclamó: Mi amigo ha muerto y viviré yo En seguida entró en agonía y expiró pocas horas después.
El cadáver del doctor Rubianes fue trasladado a la casa del Doctor Prieto y, cada uno en su respectivo féretro, fueron colocados en una misma sala. Al día siguiente se los trasladó a la iglesia de Santo Domingo, en donde se les hizo solemnes exequias. Ambos fueron sepultados en una misma bóveda o sepulcro de la capilla de Nuestra Señora del Rosario.
Este acontecimiento llamó la atención de todos los habitantes de Quito y dio materia al elogio y admiración general. A una voz decían: Estos amigos se amaron tanto en la vida que no se separaron ni con la muerte, fueron sabios; pues el amigo ama, como dice Séneca, y la sabiduría enseña a amar.
Datos Interesantes de dos amigos unidos en la vida y en la muerte
La Real Audiencia de Quito, bajo la custodia de la corona española, se caracterizaba por ser una institución de gran importancia en la administración de justicia en la región. Durante ese periodo, la vida en la Audiencia y la aplicación de la justicia estaban influenciadas por el sistema colonial español y sus leyes.
Organización de la Real Audiencia de Quito:
- La Real Audiencia de Quito era el máximo tribunal de justicia en la región.
- Estaba compuesta por oidores, nombrados por el rey de España.
- Los oidores eran magistrados encargados de administrar justicia.
Aplicación de la justicia:
- Se basaba en las leyes y normas del sistema legal español.
- Los oidores escuchaban los casos, analizaban pruebas y dictaban sentencias.
- Se buscaba que las sentencias fueran justas y acordes a las leyes vigentes.
Influencia de la corona española:
- La Audiencia estaba directamente vinculada a la corona española.
- Las decisiones tomadas estaban en línea con los intereses de la corona y su política colonial.
- La justicia estaba supeditada a las leyes y disposiciones desde España.
Sociedad colonial y estratificación:
- Reflejaba la estructura social de la época.
- Existían diferentes consideraciones dependiendo del origen étnico y social de las personas involucradas en los casos.
- La sociedad estaba dividida en estratos, desde la élite española y criolla hasta la población indígena y afrodescendiente.
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