El mate encantado

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El mate encantado

El mate encantado cuenta que en su casa solariega, muy cerca de Portoviejo Don Manuel Barrezueta era muy feliz.

En sus amplios potreros pastaban centenares de reses escogidas, opulentas vacas lecheras, caballos de fina estampa, y su hacienda, que seguía la ruta del río, estaba situada a ambos lados del camino que lleva a Portoviejo.

El mate encantado

La mayor felicidad de don Manuel, se la había dado doña Angelina Moreira Solórzano, su esposa, en fruto de amor, lo había hecho padre de Manuelita, la vivaracha niña de ojos negros, que apenas cumplía siete años y era su mayor adoración.

La niña criada entre mimos y halagos, cuidada hasta la severidad, gozaba no solo del aprecio de sus padres y familiares sino de los criados y servidumbre que se desvivían por satisfacer sus deseos, por eso sería que Manuelita estaba creciendo presuntuosa y terca; cuando se aferraba a un capricho no paraba hasta salirse con la suya.

Esto había dado motivo de contrariedad a su madre y alguna criada vieja, comentando las rabietas, había murmurado: ”YA EL DIABLO ESTÁ METIDO EN ESTA NIÑA” pero no pasaba esto de un tímido reproche.

Los caprichos de Manuelita se extremaron; así había escogido la treta de no dormirse, hasta que no le trajeran un vaso de leche, ordeñada en el momento, al filo de la media noche.

Los peones obligados a ejecutar la labor de ordeño refunfuñaban llenos de indignación, pero la niña se salía siempre con la suya, pues su padre no quería contrariarla, por miedo a sus gritos destemplados.

Corría el mes de octubre y en las oscuras noches los vientos helados bajaban de los cerros y en el rió se escuchaban murmullos y luces fosforescentes ponían punto de lumínico terror.

Los vaqueros aseguraban que se oían ruidos en las sombras, y no sabían quién cambiaba de sitio los instrumentos de labranza.

En esta atmósfera de temor, se comenzó a notar que todas las noches, cuando el viejo reloj del comedor daba las doce en lentas campanadas, un viento helado, como pie de muerto corría por los patios y los corredores de la vieja casona.

El viento remecía puertas y ventanas como si fuera la furiosa alma de un condenado, mientras en los corrales se escuchaban como un largo y fino lamento, un silbido penetrante que entraba por los oídos haciendo estremecer a las gentes.

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Cuando esto ocurría, el ganado en los corrales se volvían locos, rompían las cercas y cruzaban enloquecidos el camino y seguían furiosamente por la manga hacia el cerro.

¡Es el diablo que silba a media noche¡, ¡es el diablo que se lleva el ganado!
Decían las gentes y comenzaban los rezos y las novenas, y don Manuel enflaquecía de tristeza, al ver que su hacienda se iba a la quiebra, y doña Ángela sentía el cristiano temor ante la presencia maligna.

Ya el hecho se había repetido tantas veces que todos estaban de acuerdo en sostener que el motivo no podía ser otra cosa que la tolerancia paterna a los caprichos de Manuelita que atraían al malo.

Un día algunos vaqueros habían ido al cerro a rescatar unas vacas dispersas, y allá por las manchas de las flores del muyuyo, Pancho Moreira divisó escondido un pequeño árbol de mate, cuyos frutos eran enormes.

Los otros vaqueros ya habían ido con las reses y Pancho ávidamente se subió al árbol y de a poco cortaba el más grande de los frutos, mientras se hacía ilusiones de los magníficos matianchos que se sacarían, puesto sobre el pecho, con sus brazos escasamente podía rodear el fruto.

Pancho Moreira no pudo bajar del árbol, en casa ya lo extrañaban por su ausencia.

Al pasar el día y el siguiente y al tercer día, don Manuel creyó que alguna desgracia le había ocurrido a su peón. Grande fue la sorpresa al encontrarlo aún abrazado al mate, sin poder salir ni bajar de la rama, atado allí por un poder maligno.

Todo cuanto hicieron fue inútil, pues lo único que se logró, fue que liberado del mate encantado, este quedara atrapado en su lugar por el diabólico hechizo.

Se recurrió a la iglesia y al Obispo de la diócesis, quien vino a exorcizar al árbol maldito, alrededor del cual se hizo amplio campo limpio de vegetación regado con agua bendita.

Los peones afectados fueron liberados así del siniestro encanto; no se volvió a oír los silbidos a media noche, pero se encontró que debajo del montículo que servía de base al palo de mate embrujado, una extraña casa de piedras, sin puertas, ni ventanas, de donde misteriosamente salían criaturas extrañas cuando la sombras cubrían la noche.

En árbol murió con el exorcismo, y de él y del suceso solo quedaron los recuerdos en las bocas de algunos ancianos que han dejado este relato como recuerdo.

Datos Interesantes

Ahora que terminaste de leer la leyenda el mate encantado, tal vez te estés preguntando… ¿Qué es un matiancho?

Matiancho

Los frutos del mate sirven en Manabí (principalmente) para hacer los matianchos, recipientes naturales para agua y pueden ser fácilmente utilizados como utensilios caseros.

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