El tesoro del Ferrocarril

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El tesoro del ferrocarril

El Tesoro del Ferrocarril es una leyenda ecuatoriana, que nos presenta un mundo donde la codicia y el progreso chocan con lo sobrenatural, donde la montaña misma parece susurrar sus secretos más oscuros.

En medio de este escenario intrigante, un enigmático personaje de sombrero negro emerge para advertir a los trabajadores del ferrocarril sobre la furia de la montaña.
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Leyenda El tesoro del Ferrocarril

Cuando mister Harman regresó del Reino Unido trayendo el préstamo de cinco cajas, repletas de libras esterlinas, para que continuase la obra, los trabajadores del ferrocarril rompieron en vivas de júbilo. Por fin cobrarían. Sin embargo, tuvieron que esperar hasta el fin de semana para que completaran el jornal.

En aquel entonces, cientos de hombres trabajaban en el cerro que los indígenas solían llamar Kuntur-puñuna. Atravesarlo era la parte más difícil del megaproyecto. Además de la inversión económica sin precedentes, el ferrocarril, que costó la vida de muchos trabajadores, ahora se enfrentaba a un nuevo reto: construir la vía del tren en aquella montaña hostil, casi vertical, dinamitándola poco a poco, y lacerándola para que los rieles puedan atravesar.

Cuentan que por esos días, mientras trabajaban abriendo el camino, de la nada, apareció un hombre alto, su sombrero era negro, de alas anchas, vestía un elegante frac, su pálido rostro anguloso estaba adornado con un fino y puntiagudo bigote que se levantaba sobre sus mejillas. Lo más impresionante del extraño no era su traje aristocrático tan fuera de contexto en semejante terreno hostil, lo que más llamaba la atención era su enorme y alargada nariz puntiaguda. Al principio, por su apariencia, pensaron que se trataba de algún gringo dueño de la empresa constructora del ferrocarril, pero se desconcertaron cuando les advirtió:

– ¡Deténganse! La montaña no quiere que pase por aquí ningún tren-.

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Luego, el extraño desapareció caminando por la trocha que llevaba a ningún lado. Los trabajadores se quedaron paralizados. Solo fueron tres o cuatro los espantados que abandonaron la empresa afirmando que el aparecido era el diablo. A los demás, les venció la necesidad del dinero que ya había llegado, y que esperaban con ansias insoportables hasta el viernes.

Cuando llegó el día de paga, casi se arma una revuelta; las cinco cajas fueron robadas.

Entonces se organizó una búsqueda memorable. Todos fueron sospechosos, los indígenas ladinos, los negros, los mestizos humildes, e incluso algunos españoles venidos a menos. Los ladrones debieron esconder bien las libras esterlinas, porque nunca fueron recuperadas y tampoco hubo noticias de que el tesoro fuera encontrado.

El dinero se esfumó y todos los sospechosos fueron castigados.

El dueño de la hacienda de Usunag Viejo, don Pío Corral, contó que por esos días de tensión, tocaron a su puerta dos negros que apenas hablaban español y parecían faunos moribundos. Como a tantos otros, se les había imputado el crimen del robo de las libras esterlinas, y fueron torturados por las autoridades para que confesaran. Los abandonaron creyéndose muertos. Don Pío los rescató, y en vista de lo injusto de la situación, también los ayudó a escapar.

Cuando estuvo concluida la inmensa obra, los trabajadores habrían de volver a mirar hacia la montaña, y la huella dejada por las vías del ferrocarril les recordó la nariz gigantesca y afilada de aquel extraño personaje bien vestido que les dijo que dejaran de construir. Se preguntaron ¿Habrá tenido algo que ver con la desaparición del dinero? Los indígenas dijeron que el cerro se comió el tesoro, para que se detuviera la obra y de esa manera no lo lastimaran. Le pusieron a ese tramo de los raíles “Nariz del Diablo”.

Algún tiempo después, don Rafael Cuadrado recibió en su hacienda de Sibambe una carta peculiar. La misiva fue escrita por un español, que desde la prisión, afirmaba haber robado las cinco cajas de libras esterlinas. Decía conocer su localización exacta, y al estilo del conde de Montecristo, le propuso cambiar el mapa del tesoro por su libertad. Don Rafael no tomó en serio la propuesta, aunque siempre habría de preguntarse el resto que le quedaba de vida, si sería cierto que aquel español se robó el dinero. A su juicio tenía que ser un blanco, porque un negro, indio o mestizo, no pudo haber pasado tan desapercibido.

Años más tarde, se conoció que en el sector de la Nariz del Diablo, un indígena de apellido Llivirumbay, mientras cavaba los cimientos de su casa, encontró unas cajas misteriosas. El hombre se retiró al sector de Tolte dejando a medias la construcción. En su nuevo hogar, de manera misteriosa, se convertiría en uno de los hombres más prósperos de la región. Hay quienes afirman que solo encontró tres cajas. Sin embargo, nadie pudo comprobar la veracidad de la historia de Llivirumbay. El tesoro del ferrocarril sigue perdido, esperando a que cualquier futuro millonario se atreva a encontrarlas.

Datos Interesantes del tesoro del ferrocarril

Alausí es una pintoresca ciudad ubicada en la provincia de Chimborazo, en el centro de Ecuador. Es famosa por ser un punto estratégico en la ruta del ferrocarril. Se encuentra a una altitud de aproximadamente 2,360 metros sobre el nivel del mar, y es conocida por su rica herencia cultural y arquitectura colonial. Sus calles empedradas y coloridas casas de estilo colonial añaden un encanto especial a esta encantadora localidad.

El ferrocarril del Ecuador es famoso por ser uno de los tramos más desafiantes y espectaculares del mundo debido a su difícil topografía y paisajes impresionantes. Fue construido a fines del siglo XIX y principios del siglo XX para conectar las regiones costeras de Ecuador con la sierra, contribuyendo al desarrollo económico y social del país. Tiene una extensión de aproximadamente 450 kilómetros, el ferrocarril atraviesa terrenos montañosos, valles y cañones profundos, brindando vistas panorámicas de la diversa geografía ecuatoriana.

La «Nariz del Diablo» es un tramo particularmente desafiante del ferrocarril, ubicado cerca de Alausí. La sección recibe su nombre debido a su forma peculiar, que se asemeja a la nariz de un diablo, una vez que se ve desde ciertos ángulos.

Para superar las empinadas pendientes, el ferrocarril utiliza una técnica única llamada «zigzag». Aquí, el tren retrocede y avanza varias veces para ganar altura gradualmente y sortear los desafiantes acantilados. La «Nariz del Diablo» ofrece paisajes impresionantes y emocionantes experiencias para los viajeros que se aventuran a explorar, convirtiéndose en uno de los puntos más destacados del recorrido en tren.

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