
La gualgura es un pollito negro que al verlo parece inocente, pero cuando decide atacar se transforma en un hombre con voz gruesa, el cual convence e hipnotiza a las personas para maltratarlas o incluso quitarles la vida.
Leyenda de La Gualgura
Una noche, dos amigos, Carlos y Francisco, iban camino a casa, uno más trasnochado que el otro; al llegar a una esquina escucharon piar a un pollo, pero ellos no le dieron importancia a este sonido.
En ese momento Carlos dijo que se detuvieran porque él sentía que los seguían y los llamaban por sus nombres; pero Francisco le dijo que no era verdad y que estaba en su imaginación.
Los dos amigos siguieron caminando, pero mientras más avanzaban el sonido se volvía más aterrador, de tal manera que les hacía perder el sentido auditivo y no podían hablar.

Francisco reaccionó de forma violenta y dijo a Carlos que los demonios si existen, pero Carlos le recordó que él antes negaba este hecho; pero de pronto, Francisco perdió el control de su cuerpo y se puso muy violento, porque la gualgura, se había apoderado de él; entonces Carlos al verlo de esa forma corrió y corrió para que no lo alcanzara, por la desesperación empezó a gritar:
“Me quiere matar, me quiere matar”.
Los vecinos y familiares se alteraron al escuchar la voz de Carlos, y la bestia, la gualgura, se enfrentó a todos y les dijo: “Voy a matar a toda la gente de este pueblo”.
La bisabuela de la familia dijo que la única forma de salvar a este hombre era con agua bendita, un crucifijo y rezar El Credo, al principio nadie le creyó.
Al ver la situación, Carlos subió a la casa y bajó todos los implementos necesarios para comenzar con el ritual y salvar a su amigo.
Así pasaron varias horas y Francisco no permitía que los malos espíritus salgan de su cuerpo.
Después de tanta lucha salieron pollitos negros de su cuerpo. Francisco regresó a la normalidad, pero sobrevivió poco tiempo consciente porque al amanecer murió sin que nadie pudiera salvarlo.
Datos Interesantes de la leyenda de La Gualgura
Entre los vecinos de la provincia verde se dice que eso les sucede a quienes tienen por costumbre apropiarse de las aves de corral ajenas para venderlas o para comérselas bien preparadas, a hurtadillas de sus legítimos propietarios. En otros sectores de la Costa y la Sierra también se habla mucho de estas gallinas.
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