Las abuelas indígenas de una tribu amazónica cuentan la leyenda de los loros disfrazados, que narra de qué manera dos hermanos se libraron de ahogarse durante el gran diluvio.
Es una antigua historia y por ello resulta por decir algo, curiosa…
Los loros disfrazados
En un lugar encantado de la Amazonía hay una montaña alta que tiene una gran virtud, cuando las lluvias son fuertes y los ríos crecen al punto de la inundación, su cumbre crece hasta el cielo; no importa cuanto, ella siempre crece y al final parece una isla que nunca se sumerge. Esta montaña es la que salvó a dos pequeños seres humanos, una niña y un niño, cuando el gran diluvio acabó con todo a su paso.
Con el correr de los años, los nombres de los niños se perdieron, por ello les pondremos Rumi y Kowi.
Los dos pequeños jugaban en la copa de un gran árbol siguiendo a unos monitos, cuando de repente vieron que las aguas comenzaban a cubrir la tierra, en pocos segundos, el agua avanzaba con fuerza y todo se perdía a su paso.
Rumi tomó de la mano a su hermanito menor y a veces sobre los árboles y otras nadando de prisa lograron llegar a la montaña encantada para subir con un gran esfuerzo hasta la cima.
El agua seguía creciendo y la montaña tenía que estirarse más y más; lo malo era que con cada estirón, la tierra temblaba y los niños rodaban y caían; para su suerte, unas viejas raíces de los árboles de la cima los ayudaron a sujetarse para no caer al agua.
En cuanto pasó la lluvia, Rumi y Kowi se asomaron a mirar los valles y vieron que nada quedaba, todo estaba cubierto por las aguas. No podían bajar de ninguna manera.
En la cumbre de la montaña encontraron una caverna que les servía de refugio. Se sentaron en silencio durante varias horas, hasta que un ruido extraño rompió ese silencio, era el estómago de Kowi rugiendo por comida.
Salieron a buscar algo, pero solo hallaron hierbas, raíces y lodo
¡Quiero comer, Gritaba Kowi; su hermana lo abrazó y le dijo, me encantaría tener unas ricas frutas, una cabeza de plátanos y una jugosa piña.
Finalmente, se pusieron de pie y buscaron en cada rincón de la montaña algo para comer, pero no había nada; el hambre convirtió en alimento a unos pocos insectos, unos trozos de árboles y unas raíces duras; pero al cabo de unos pocos días ya no tenían fuerzas ni para conversar, mientras que la debilidad los mantenía dormidos casi todo el tiempo
Una tarde, Rumi abrió los ojos y vio sobre la piedra donde machacaban las raíces un mantel de hojas frescas y sobre ellas frutas, carnes, mazorcas de maíz y todo lo que habían soñado comer durante tantos días.
¡Mira Kowi!, dime que no es un sueño.
¿Quién trajo todo esto? Solo estaba en nuestros sueños
Kowi se abalanzó sobre las frutas, al igual que Rumi, estaban disfrutando del sabor de cada fruta que comían mientras saciaban su hambre de ya varios días.
Quedaron profundamente dormidos luego del banquete, cansados de tanto comer.
Unos fuertes gritos los despertaron después de largas horas, no eran gritos de personas, pero tampoco se parecían a los de ningún animal. Cuando se pusieron de pie, vieron que eran dos inmensos guacamayos, ellos producían gritos y risas.
Su plumaje de mil colores las volvía majestuosas, poseían largas y delicadas colas pintadas de rojo, amarillo y verde; tan solo verlas, causaba fascinación.
Lo increíble era que estas hermosas aves, eran las responsables de aquellos deliciosos manjares, los niños ya no tenían necesidad de alimento, ya que estos misteriosos seres les llevaban comida día a día.
Rumi y Kowi nunca alcanzaron a acercarse lo suficiente porque cuando lo intentaban las aves volaban presurosas.
Un día los niños idearon un plan, para acercarse a las aves, se escondieron atrás de unas grandes rocas antes del amanecer, pero, más temprano que tarde, les ganaron las ganas de dormir y se despertaron ya con el parloteo de los guacamayos.
Muy despacio se acercaron y vieron a las aves atareadas preparando los alimentos; al no tener manos, desparramaban y salpicaba todo a su paso manchando sus bellos plumajes.
Los niños al inicio reían despacito, pero al no poder aguantar más soltaron carcajadas de burla al ver el aspecto desaliñado de las aves. Al oírlos las guacamayas se molestaron y llenas de rabia y vergüenza se alejaron.
Al principio los Rumi y Kowi lo tomaron con calma y siguieron riendo, pero con el pasar de las horas, se dieron cuenta que las aves no regresarían y con ellas sus esperanzas de tener alimento diario.
Moriremos de hambre por habernos reído de nuestras amigas, dijo Kowi
Tal vez si les pedimos perdón, los hermosos guacamayos regresen para salvarnos – pensó Rumi.
Otra vez muertos de hambre y con sus últimas fuerzas gritaron mañana y tarde pidiendo perdón a los guacamayos por haberse burlado de ellos.
Al día siguiente, con el sonido de las plumas, los guacamayos regresaron, esta vez no estaban sucios ni manchados, sino que lucían todo el esplendor de su plumaje.
Los pequeños aprendieron la lección y crecieron con la alegría de tan graciosos amigos.
Todas las tardes se asomaban al borde de la montaña-isla para ver si el agua bajaba en el valle, y así comprobaron que volvían a formarse los ríos, las lagunas; la tierra se secaba y surgía la inmensa selva llena de verdes árboles y millones de seres volvian a poblarla.
Pasado un tiempo Rumi y Kowi decidieron regresar al lugar donde estuvo su cabaña, pero no querían perder a sus amigos los loros, así que acordaron un pacto, los guacamayos los acompañarán hasta encontrar un lugar especial en la selva. En donde la magia de los dioses obraría.
Después de varias semanas de caminata, Rumi y Kowi ahora ya jóvenes, se sentaron junto a una cascada, entonces una bandada de guacamayos voló en círculos sobre ellos y uno a uno fueron descendiendo hasta la orilla de la laguna que formaba la cristalina agua de esa cascada.
Algo maravilloso ocurrió allí y en cuanto una de sus coloridas plumas tocaba el agua, las aves se transformaban en hermosos seres humanos en cuyos ojos se podía ver los colores radiantes de los guacamayos. Estos seres se unieron a Rumi y Kowi y juntos iniciaron la nueva generación que poblaría la selva.
Datos Interesantes
Los guacamayos, personajes clave de la leyenda, los loros disfrazados, son una de las aves más características y hermosas de las zonas tropicales, principalmente de la selva amazónica. Existen aproximadamente 372 especies registradas de guacamayos.
Pueden llegar a medir 90 centímetros de altura, se movilizan siempre en bandadas y una de sus características principales es que es un ave monógama.
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