El caballero de las espuelas de oro

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El caballero de las espuelas de oro

El caballero de las espuelas de oro es un personaje que apareció en la tranquila ciudad de Loja durante sus festividades, al inicio llamó la atención de los locales, pero poco a poco su presencia, sus bailes y sus frases se tornaron familiares.

Leyenda El caballero de las espuelas de oro

En la ciudad de Loja se cuenta de un hecho real, muy escalofriante…

Un 8 de diciembre, como todos los años, los lojanos realizan ferias por las calles de la ciudad, a la que llegan extranjeros para conocer fiesta tradicional; y entre ellos, estaban cinco señoritas de Piura, muy bonitas y con cuerpos muy esbeltos; los lojanos las recibían a sus casas muy amables y corteses; pero las lojanas se sentían celosas porque sus enamorados, las dejaban para estar con aquellas piuranas.

Las 5 señoritas piuranas eran tan coquetas que les gustaba divertirse con todos los hombres del pueblo, esto molestó a los habitantes de Loja, hasta que un día les cerraron las puertas de sus casas, y ni un vaso de agua se les ofrecía, entonces las chicas estaban decididas a regresarse su tierra natal.

Un prestigioso y elegante caballero, decidió mostrarles hospitalidad y arrendó una casa que desde hace años estaba abandonada; a todos los vecinos les daba escalofríos pasar por allí, peor vivir en ese lugar, porque contaban que una vez en ese lugar se había presentado el demonio y desde allí, nunca más volvieron a habitar ese inmueble; ahora aquel caballero había escogido esa mismísima casa para que las hermosas chicas se quedaran a vivir allí. Las chicas enseguida le agradecieron y empezaron a instalarse en aquel misterioso lugar.

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Por las noches llegaban a la casa los hombres de la ciudad que se sentían atraídos por las bellas chicas, se divertían, toda la noche bailaban, la pasaban bien, mientras que las mujeres lojanas murmuraban, criticaban y se persignaban.

Unas de esas noches en las que se hallaba más animado el baile al calor de las copas y de los besos que repartían las bellas piuranas, al llegar las 12, llegó un caballero muy alto que vestía traje negro, camisa blanca, corbata, capa y sombrero negro. El sombrero no era de copa, sino de ala ancha y le cubría parte del rostro moreno; y en vez de zapatos, calzaba botas de cuero con espuelas de oro. Al sonreír mostraba como si toda su dentadura fuera de oro y sus ojos desprendían raros fulgores.

Su inesperada presencia paralizó por un momento la fiesta, pero el forastero explicó que acababa de llegar del Perú y había venido a ver a sus paisanas.

Los enamorados galanes creyeron que se trataba de un pariente a quien ellas le habían dado la dirección y por ese motivo le invitaron a el caballero de las espuelas de oro entrar al salón y a disfrutar de la fiesta.

Enseguida sacó a bailar a una piurana y tan alegre bailaba haciendo sonar el piso diciendo:
Que se retunda ¡que se te hunda!

Al principio les pareció algo rara esta frase, pero después se acostumbraron a oírla por la emoción que le ponía el Forastero mientras seguía diciendo:
Que se retunda ¡que se te hunda!

La noche siguiente se repitió la escena, el caballero de las espuelas de oro llegando al baile cuando el reloj marcaba a las 12.

Pero entonces, su presencia ya fue familiar para todos y lo recibieron con cordialidad y alegría, más que la noche anterior, había dejado sobre la mesa una bolsa de gamuza negra repleta de monedas.

Enseguida empezó a bailar con todas y cada una de las muchachas, sin que sus galanes se mostraran celosos; y antes, más bien, parecían contentos con el ritmo de la fiesta que hacía retumbar el piso al son del cántico:

Que se retunda, ¡que se te hunda!

Cuando los otros caballeros se retiraron, también lo hizo el caballero de las espuelas de oro, dejando nuevamente sobre la mesa una bolsa llena de monedas.

Las piuranas estaban muy contentas con los hombres lojanos que cada noche les llevaban golosinas y licores, mientras que el caballero de las espuelas de oro las llenaba de dinero. Pensaron que ya podían darse lujo de contratar servidumbre.

Un día, las chicas paseaban por la por las orillas del río Malacatos, cerca de la casa donde residían, y encontraron una mujer muy delgada que estaba lavando ropa, y a su lado un niño de dos o tres años de edad que no paraba de llorar pidiendo comida; tan débil y pálido como su madre.

Las chicas se le acercaron y le preguntaron a la señora: ¿Por qué llora el niño?; la señora tan triste le dijo que tenía hambre. Entonces las chicas le propusieron trabajar para ellas en su casa; la señora con miedo, tanta fue su necesidad de poder darle de comer a su hijo, que aceptó entrar a ese lugar.

Los primeros días que la mujer y su hijo se quedaron a vivir en la casa de las piuranas, nunca se asomaron al salón de baile, se limitaba la buena mujer a ayudar en las tareas de la casa y apenas oscurecía, ella y el niño se iban a dormir por la debilidad que tenían.

Pero, pasado apenas un poco de tiempo, una noche la buena mujer sintió curiosidad por ver qué hacían en la sala, la señora y el niño veían por una rendija como al calor del baile gritaban:

Que se retunda, ¡que se te hunda!

En un momento, el caballero de las espuelas de oro se le acercó a la señora mientras bailaba y de pronto el niño miro fijamente a aquel caballero y empezó a llorar.

¡Ese hombre, mamita, ese hombre! Decía el niño señalado con el dedo al caballero peruano. ¿Qué tiene ese hombre? Preguntó la madre.

¡Le salen chispas de los pies! – Son las espuelas de oro que calza sobre las botas
¡También le sale chispas de la boca! – Es su dentadura de oro
¡Pero también salen chispas de los ojos!

¿De los ojos? Preguntó la mujer e hizo un esfuerzo para fijarse bien, a ver si le salían chispas a los pies, de la boca y de los ojos.

Santo Dios, Santo fuerte, Santo inmortal, dijo entonces la mujer persignándose al mismo tiempo que decía libranos, Señor de todo mal.

Todo fue pronunciar esta frase y hacer la señal de la Cruz, cuando el caballero de las espuelas de oro dio un brinco que rompió el techo y por el hueco que quedó abierto, volvió a regresar al salón lanzando un fuerte grito con la frase:

Que se retunda, ¡que se te hunda!

Entonces el piso se hundió con todos los presentes y solo quedó junto al umbral de la sala aquella pobre mujer que tenía fuertemente abrazado a su hijo.

Todos los demás desaparecieron con el piso del salón que se hundió unos dos metros bajo tierra y quedó saliendo humo durante varios días.

Datos Interesantes de El caballero de las espuelas de oro

Loja es llamada la «capital musical y cultural del Ecuador» por su arquitectura, su diversidad cultural, su aporte a las artes, ciencias, música y letras ecuatorianas y por ser el lugar de nacimiento de muchos personajes ilustres de la sociedad ecuatoriana. Fue fundada el 8 de diciembre de 1548, por Alonso de Mercadillo, y desde entonces, es uno de los principales núcleos urbanos de la nación debido a su desarrollo y ubicación geográfica.

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